El amor, los mil quinientos metros y un corazón remendado


Foto: ER24 EMS//Flickr


Es necesario el amor para poder estar vivos.

Desde que abrí los ojos en la sala de un hospital con un tubo que entraba por mi boca para poder respirar, recibí la primera muestra de amor. Una enfermera y una doctora me tranquilizaban diciéndome que estaría bien. “Sólo debes respirar por la nariz, no intentes hacerlo por la boca”.

Me preguntaron si necesitaba algo para que me tranquilizara. Que pasara algún familiar, mi esposa o un amigo. Si quería escuchar música. A señas les pedí algo para escribir. Les anoté el nombre de una banda y un disco que me tranquiliza mucho: Camel. Snow Goose. Luego el nombre de mi esposa y el apellido de uno de mis mejores amigos. Sólo ellos entenderían que al escribir Camel no estaba pidiendo cigarros.

Las enfermeras me sonrieron y siguieron tranquilizándome. Me preguntaron si sabía lo que me había pasado. Moví los ojos diciendo que sí.

El viernes primero de noviembre caminábamos mi esposa y yo hacia casa de un amigo. Era su despedida, se mudaba de ciudad. En el trayecto pasamos a comprar cervezas, las colocamos en una bolsa de tela que me puse al hombro y seguimos caminando. Eran apenas las nueve de la noche.

Íbamos viendo la gente caminar. Algunos niños disfrazados de calacas y demonios pidiendo dulces. Pasamos a lado de dos señoras que cargaban bolsas del mandado, dulces y a sus monstruitos disfrazados que iban dando brincos.

Unos 10 pasos adelante, a punto de llegar a una taquería, se abrieron las puertas de un taxi color blanco. De él descendieron tres hombres gritando “ya les cargó la verga hijos de la chingada”. A mi esposa le brotó un grito en automático, intentó correr pero se le doblaron las piernas. Casi al tiempo que veía como me rodeaban los tres hombres, vi caer a mi esposa a los pies de las personas que comían tacos.

El primero me arrebató la bolsa de cervezas y casi de inmediato el segundo me dio un piquete en el costado derecho. “Órale hijo de la verga como vas”. Recuerdo poner toda mi atención en el tercer hombre que dudaba entre ir por mi esposa o ir hacia a mi. Decidió, afortunadamente, ir conmigo.

Me tiró una cuchillada directa al pecho. Quise desviar el golpe con mi mano. El filo rebanó la piel de uno de mis dedos y sentí el golpe en el corazón.

“Ya estuvo. Ya me picó él también. ¿Qué quieren?”, le dije al tercero mirándolo a los ojos. “Tus cosas, rápido”. Saqué cartera y celular. Tomó solo el celular y se regresaron al taxi blanco. Se fueron con la tranquilidad de un niño que roba dulces a sus amigos y sabe que nunca lo van cachar.

Mi esposa se levantó y corrió intentando reconocer el automóvil. Cruzó la calle y comenzó a pedir auxilio. Yo me desabroché la chamarra y caminé hacia ella. Me levanté la playera con un estampado de calavera y le dije, “creo que sí me picaron”.



Una carrera de 1,500 metros

Si bien el maratón gana muchas miradas y aficionados, en el atletismo hay una prueba a la que se le conoce como “la prueba reina”: los mil quinientos metros. Es una distancia lo suficientemente corta para que eleves tus pulsaciones al máximo, y lo necesariamente larga para que pongas a prueba tu resistencia al dolor muscular y la falta de oxígeno.

Mi esposa abrió los ojos grande, se llevó las manos a la boca como intentando impedir que se escucharan sus pensamientos. “Auxilio” gritó nuevamente. Llegó una pareja que pasaba por ahí, coloqué un brazo en el cuello de mi esposa y repetí la maniobra con el muchacho, su novia caminaba a nuestro lado. En mi cabeza se encendió un modo de alerta y competencia al mismo tiempo: “tenemos que llegar al hospital, está cerca”, dije.

Comenzamos a caminar, pero de pronto sentí frío y la vista nublada. Era mejor avisar. “Estoy a dos de desmayarme, aguas”. Mi siguiente recuerdo es un paramédico preguntando mi nombre, edad y tipo de sangre. “Varón de 37 años herido. Ha perdido aproximadamente 600 mililitros de sangre”. Registro y me desmayo.


Me despierta un dolor intenso encajándose en mi pulmón izquierdo. Le pellizco el antebrazo a un doctor. Me mira fijamente a los ojos y me grita apretando los dientes “no me pellizques”. Grito y me arqueo de dolor. Jalo tanto aire como me es posible por la nariz y hago un esfuerzo para desconectarme del dolor. Creo que he cruzado la meta de los mil quinientos.

El amor es lo que sana

Aún entubado y sin poder hablar, llamo con un dedo a una de las enfermeras. Le hago señas con las manos. Comenzamos un juego de “dígalo con mímica”. Pretendo tocar un piano en el aire y le hago señales de pregunta. No entiende. Me dice piano, teclado, computadora, pero nunca dice órgano. Se da por vencida y pide que le pasen la tabla con hojas y una pluma. Le pregunto “qué órgano me dañaron”. Me responde rápidamente: el ventrículo izquierdo, el corazón, joven, le cortaron el corazón pero está bien. Debe relajarse.

Desde el momento en que abrí los ojos y hasta hoy, que ya estoy en mi casa, he recibido algunas visitas, cientos de mensajes de amor a través de mi esposa y papás. Supe que se hizo una colecta, que este caso se publicó en los medios de comunicación, que las enfermeras del Hospital Ángeles Mocel nunca habían visto tanta gente donando sangre. Llegaban en licra, shorts, con cascos de bicicleta bjo el brazo...

Las personas que pasaron a visitarme a algunas de las salas por las que pasé: terapia intensiva, cuidados intermedios y piso, me regalaban frases de asombro, de felicidad, lágrimas, bendiciones; estampas religiosas, dijes, buenas vibras… Todo lo englobo en una sola palabra: amor.

Después de haber estado al borde de la muerte (mi corazón lo detuvieron para poderme operar), voy muy poco a poco asimilando lo ocurrido, me brotan muchas preguntas y por ahí se han ido asomando algunas respuestas.

La primera fue ¿cómo es que estoy vivo? Algunas personas me dijeron que “tengo una misión en esta vida”. Otras que “fue un milagro”, pero esas respuestas responden a por qué estoy vivo una vez que volví a abrir los ojos, y no a porqué estoy vivo siendo que pasó un cuchillo cortando mi corazón y perdí casi cinco litros de sangre.

Las tres personas que llegaron a asaltarnos y apuñalarme eran la ausencia plena del amor. En su ausencia se puede hacer muchísimo daño. Por otro lado, que mi esposa haya pedido auxilio y encaminado casi a la puerta del hospital, es una muestra de profundo amor.

El paramédico que llegó por mi cuando estaba tirado en la calle, que además de ser médico hace guardias en las noches para la Cruz Roja, ama su profesión: salvar la vida de los otros.

Que el doctor Saucedo haya respondido la llamada telefónica para acucir a operarme, abrir mi tórax, meter su mano en mi corazón, bombearlo manualmente, estabilizarme y repararlo, habla de que ama profundamente lo que estudió y ama ponerlo en práctica.

El equipo de doctores y doctoras que me rodearon poniendo a prueba contrarreloj sus conocimientos sólo dieron fe de lo mucho que aman al prójimo y cada una de sus especialidades. Y lo mismo creo de cada una de las personas que conforman el sistema del hospital: enfermeras, camilleros, residentes, doctores.

Cuando me desentubaron lo primero que pensé fue eso: el amor me salvó. El amor mueve a la gente para todo lo que hace y es capaz de salvar una vida. Me di cuenta que amo mi vida, estoy enamorado de ella, de mi esposa, el lugar donde vivimos, mi familia, mis papás, mis hermanas, realmente la paso bien cuando nos vemos. A mis amigas y amigos, siempre me he sentido afortunado por encontrarlos.

Es difícil, muy difícil dejar algo cuando lo amas, y la muerte se me acercó en un momento en el que yo estoy profundamente enamorado de la vida; era imposible que me fuera esa noche. Será otro día, quizás de una forma muy diferente, o irónicamente de la misma forma, no lo sé y nadie lo sabe. Sólo queda la certeza de que amar es la vía para generar vida.

Les amo.

Comentarios

  1. gracias por compartir , deseo que te sigas recuperando hasta el 100% , tienes un ángel de la guarda muy competente, saludos

    ResponderEliminar
  2. los mejores deseos de que te recuperes muy bien y pronto, que el amor siga fluyendo en tu vida y te proteja de los que no lo tienen

    ResponderEliminar
  3. Qué fortaleza tienes y eres un ejemplo de vida..no puedo creer todo lo que pasaste y que tengas ese agradecimiento y felicidad a y por la vida, por todos y todo lo que te rodea y conforman tu mundo. DIOS ESTA CONTIGO y..sí eres un milagro y sí tal vez tu misión en esta vida es darnos el ejemplo que aun con las adversidades debemos ser felices y debemos dar AMOR.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a Dios estás vivo, no era tu hora, ésto es una lección amor y vida, Dios te bendiga

      Eliminar
  4. Sin palabras, eres muy fregon, un ejemplo para muchos de nosotros. Felicidades

    ResponderEliminar
  5. Juan Pablo,: hace varios ayeres ya, fuimos compañeros de la carrera en UPAEP, aunque a lo mucho quizá cruzamos palabra un par de veces. Sin embargo, desde que vi la noticia, como muchxs, me mantuve al tanto de tu evolución, pues desde aquellos tiempos universitarios, tu ser irradia vida, luz, amor. Gracias por compartir estas letras que nos contagian un poco de ti y qué gusto que te quedes mucho tiempo más en este camino tan lleno de amor y, paradójicamente, también tan necesitado de él. Fuerza y muy pronta recuperación 🙏.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu mensaje y por haber estado al pendiente. Te mando un fuerte abrazo de regreso.

      Eliminar
  6. Real mente tienes ese propósito relatar Q el amor muebe al mundo gracias por compartir y ver q esta vida se puede ir uno en un abrir y cerrar los ojos me da mucho gusto saber q ya estás mejor yo me enteré por mi prima q vive en Metepec Dios te bendiga un gran abrazo para ti y toda tu familia desde Querétaro

    ResponderEliminar
  7. Agradezco. Les agradezco estar cerca y recibir toda esa energía que irradian. Les abrazo

    ResponderEliminar
  8. Wow qué increíble vivencia Te felicito Con la mano en el corazón. Entiendo y tengo idea de lo que plasmas te escribiendo, y te felicito por Todo. Eres una persona muy especial y muy querida y eso se gana a pulso, felicitaciones. Abrazos Enormes.

    ResponderEliminar
  9. Querido JP, acá Mapapo, de Chile.
    Leyendo tu relato, se me apreta el corazón y recuerdo en el cuerpo, lo sentido de cuando me pasó también ¿para qué es esto?
    Te deseo puro amor, que en todas sus formas, serán tu recuperación en sí.
    Abrazo y aguante!

    ResponderEliminar
  10. Woww.. gracias por tu contribución. Gracias por tus palabras. Gracias por estar vivo y tan enamorado de la vida porque puedes compartirlo y eso me llena de gratitud.

    ResponderEliminar
  11. Me da mucho gusto saber que estás en tu casa en recuperación. Y aquí con todes nosotres.

    ResponderEliminar
  12. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  13. Mi querido JP solo quiero decirte que jamas dejaremos de darle las gracias a Dios por hacernos caso a nuestras suplicas de devolverte la vida, ya que para todos nosotros tu eres eso ...un milagro¡¡¡ y solo te podemos decir que te amamos con toda el alma y nuestro mayor deseo es saber de tu recuperacion total, te amo.

    ResponderEliminar
  14. Yo agradezco infinitamente a DIOS dé qué estés vivo porque eres un joven muy joven empezando a vivir.
    He leído tu historia y no pare de llorar porque además de ser sumamente fuerte es sumamente trágica, y todo por gente como dices con falta amor, deseo para ti una larga vida y te deseo toda la felicidad que te puede dar la vida y muchas felicidades por tu fortaleza y el amor que llevar en tu corazón y tú ser, ten muchas bendiciones y que DIOS te proteja siempre!

    ResponderEliminar
  15. Siempre estuvo Dios cerca de ti, está fuerte prueba de fé nos hace a todos más sencibles y vemos que nuestra vida vale más que cualquier orgullo o bienes materiales. Felicidades Juan Pablo por esa gran lucha. Gracias a Dios que estás bien. Carlos Palma.

    ResponderEliminar
  16. Les mando un fuerte abrazo a ti y a Marina, espero y no veamos pronto, Víctor Ang (novio de Jenny)

    ResponderEliminar

Publicar un comentario