Cuando toca esperar al cuerpo

Las lesiones son el invitado no deseado de quienes practicamos algún deporte. En el atletismo, donde el impacto es frecuente la inflamación de ligamentos, dolor en tobillos, desgarres y otras dolencias aparecen al más mínimo descuido.



En mi experiencia he tenido tres lesiones que me han hecho parar y practicar la parte más complicada para cualquier deportistas: el reposo. 

La primera vez fue entrenando para el que iba a ser mi primer maratón, en 2011. Con 28 años de edad me sentía hecho de una mezcla de acero y goma. Todo lo podía. Entrenaba por mi cuenta con algún programa que había visto en una revista y no fallaba ni un solo día.

Pero me faltó algo esencial: estirar con la misma disciplina con la que hacía mis distancias y repeticiones.

En una sesión de 20 kilómetros que hice en Los viveros de Coyoacán, dando vueltas como conejo en jaula (la pista mide 3 km) sentí un dolor en la parte externa del muslo izquierdo, casi a la altura de la rodilla, pero no me detuve hasta completar el entrenamiento.

Al siguiente día no podía caminar, me diagnosticaron el "síndrome de la banda iliotibial" alias "rodilla del corredor". Me quedaban tres semanas para el maratón, así que me apliqué todos los remedios que encontré en internet y fui a sesiones de rehabilitación.

A un día del maratón de la CDMX continuaba con molestias, pero no me importó, había entrenado muchísimo y al día siguiente ahí estaba en la línea de salida. En el kilómetro 5 el dolor ya era intenso, y para el 21 me era imposible apoyar la pierna izquierda. No tuve más opción que abandonar y después, reposar ocho meses.

La segunda ocasión tuve la misma lesión (sí, el ser humano es ese animal que tropieza dos veces con la misma piedra), por cambiar de programa de entrenamiento a uno muy avanzado de un momento a otro. El reposo solo fue de tres meses.

Cuerpo y mente desligados

Cuando practicas un deporte comienzas a ser más consciente de tu cuerpo. Seguro que las primeras veces que entrenaste te dolieron músculos y partes del cuerpo que no sabías que estaban ahí... 

Aun así estar en conexión con el cuerpo es distinto a hacerle caso a sus avisos. Cuando entrenamos podemos caer en un círculo vicioso en el que después de tres semanas comenzamos a sentir un "subidón" en nuestro estado de ánimo y en nuestro físico. 

Notamos que ya no nos cansamos ni fatigamos como al inicio y entonces viene el error: le damos rienda suelta a nuestra energía y dejamos que nuestra mente ordene, amordazando al cuerpo. Que se calle, ahorita nos sentimos bien y eso es lo que importa. 

Pero eso no dura mucho, cuando el cuerpo se ha lesionado y necesita parar, se pone en huelga y no hay marcha atrás.

Espera un poco, un poquito más


Como ya sabrá la mayoría que visita este blog, hace casi cinco meses tuve que hacer una pausa, que por poco y era un STOP. Se me cruzó un cuchillo en el camino (y en el pulmón y corazón). 

Sin duda ha sido la lesión más grave que he tenido en mi vida y espero que no haya alguna que la supere.

Luego de 11 días en el hospital y dos meses con actividad física mínima (solo hice yoga y ejercicios hipopresivos), llegó el momento en que mi cuerpo se comenzó a sentir bien nuevamente. Aun me dolían las costillas y algunas cicatrices, pero mi cardiólogo y las terapeutas físicas me dieron de alta.

Así que comencé a moverme en bicicleta nuevamente por la ciudad, a trotar y a darle a la bici de ruta los fines de semana... Y por qué no, a un par de fiestas y luego a que me sacaran una muela del juicio que tenía ahí pendiente desde hacía 10 años.

Y de pronto, el cuerpo me dijo ¡ya te estás pasando de lanza! Al día siguiente de sacarme la muela comenzó una opresión en el pecho. Tuve que ir a que me hicieran un ecocardiograma y afortunadamente todo se ve en orden, al parecer sólo fue un "estatequieto" de mi cuerpo.

No fue tan fácil hacer conciencia de ello. Me tomó dos sesiones con mi sicóloga para notar que entre mi mente y mi cuerpo había un distanciamiento. Y también pude reconocer de forma muy consciente que tengo un enorme placer por poner a prueba mi cuerpo.

Realmente siento placer cuando al correr mi cuerpo necesita más oxígeno o cuando comienzan a arder los músculos. ¡Qué rico se siente! Correr un maratón es un acto deliciosamente masoquista. Pero incluso quienes practican el masoquismo (aún no lo intento, ahora sí que "me han contado"), tienen sus límites para mantener sano y salvo el cuerpo.

Si estás pasando por una lesión, aprovecha el momento y pon atención a la relación que hay entre tu cuerpo y tu mente. Ambas partes son conforman tu TODO, pero muchas veces las ponemos de espaldas y jala cada una por su lado.

Disfruta de la pausa y reconcilia a tu cuerpo con tu mente. Cuando salgas de ellas, tendrás tiempo suficiente para ponerlas a jugar juntas nuevamente, pero esta vez escuchándolas en todo momento.

Comentarios